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¿ARTE O ABSOLUTA MIERDA? Por qué hay obras que se venden tan caras si todo el mundo las critica

Por Romina Vallés

Banana pegada con cinta americana

Cada vez que un museo o feria expone una obra ‘imposible’, se abre el debate de si en el arte todo vale. Intentamos arrojar luz de la mano de críticos y artistas.

¿Cómo puede esto considerarse arte?” “¿Qué se considera arte?” “¿Todo vale en el arte?” Son solo algunos ejemplos de reacciones a los dos lienzos en blanco del artista Jens Haaning, que le costaron 72 mil euros al Museo de Arte Contemporáneo Kunsten de Aalborg (Dinamarca); a las piezas de fruta y verdura de Karin Sander clavadas en los muros de Arco 2022, pudriéndose con el paso de los días; al vídeo de Wynnie Mendoza cosiéndose la vulva o al plátano de Maurizio Cattelan pegado con cinta adhesiva a una pared de la reputada feria Arte Basel Miami y valorado en 120.000 dólares.

Dice la RAE que arte es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. En ese amplísimo saco hay sitio para un Caravaggio, un Vermeer, un Tàpies o un Duchamp. Pero esto no va de un estilo más o menos abstracto o figurativo, ni de un soporte -lienzo, peana, objeto cotidiano o vídeo-, sino de más factores. Socialmente, “el arte es aquello que la gente entiende como tal, es la decisión de un grupo de personas influyentes, lo que museos y galerías deciden que sea arte”, expone Antonio García Villarán, divulgador artístico. Algo que, según él, está cambiando.

Ventilador personalizado con sistema de nebulización de agua
Kitchen Pieces de Karin Sander

“Antes no podías ir en contra de lo que se exponía aunque te pareciera un timo; ahora, en buena parte gracias a las redes sociales, cada vez más personas se atreven a decir lo que piensan del arte, a decir que, en arte, no todo vale”. Como sucedió el año pasado, cuando las redes ardieron con las críticas a Salvatore Garau y su obra 'Io sono' (Yo soy), una escultura completamente invisible que el artista defendió diciendo que había vendido un vacío (por 18.300 euros) y que el vacío está lleno de energía.

Afirman las malas lenguas que la culpa (o acierto) de que todo quepa en el arte la tuvo, en los albores del siglo pasado, el dadaísmo de Marcel Duchamp, aquel antiarte que pretendía ir contra el sistema haciendo todo lo contrario a lo que promulgaba el arte, aborreciendo la belleza, elevando lo absurdo, buscando la provocación. “Esa vanguardia que no se tomaba el arte en serio a propósito, tuvo tanta fuerza social que los museos la aceptaron como arte y se abrió la veda. Y a partir de ahí, pues todo ya se considera arte conceptual”, añade G. Villarán.

Obra de Íñigo Navarro
Concierto en el Liceo de Barcelona para plantas

Desde el punto de vista estético y técnico, “una obra de arte ha de cumplir tres requisitos fundamentales: primero, que transmita o represente algo, que mueva las tripas; segundo, que haya maestría, que el artista domine alguna técnica, que haga algo que la gran mayoría de la gente no pueda hacer; y tercero, que la obra sea original, que parta de una buena idea y que sea única”, opina Patricia Pérez Vallazza, restauradora y divulgadora de arte. Aunque este mix puede variar dependiendo de la cantidad predominante de cada ingrediente.

“Para mí, el requisito para que algo sea considerado arte es que emocione. Por eso hay tantas cosas que son arte, porque las emociones son subjetivas”, dice el pintor Pepe Baena Nieto, que reconoce que a medida que ha ido creciendo profesionalmente ha aprendido a abrir la mente y apreciar obras que antes no entendía, “como la sencillez (estudiada) de los bodegones de Giorgio Morandi, que antes no entendía y ahora aprecio mucho más que el hiperrealismo de un Roberto Ferri, porque eso es como ver una fotografía”. Otra artista conceptual, Claudia Pagès, cree, sin embargo, que no todo vale, que en el arte a veces se cuela cierta contaminación abusiva que no es arte, sino oportunismo.

Tiburón tigre sumergido en formol

“Parece que nos identificamos más con lo figurativo, porque desde que nacemos, el mundo es figurativo, pero ahí están obras abstractas que se exponen en museos y se venden en subastas aunque las veas como un chiste”, dice Iñigo Navarro. “El arte no es simplemente crear una obra, sino que te den pie a poder crearla. Es, al final, una obra de ingeniería de contactos, influencias, discusiones, de fiestas. El arte es falso hasta que es verdad. Parece fácil pero ponte tú a hacerlo”, concluye.

En 1990, Damien Hirst, un artista conceptual poco conocido por aquel entonces, expuso una caja de cristal con gusanos y moscas alimentándose de una cabeza de vaca podrida en Bermondsey, Londres. Cuentan que cuando el publicista y galerista Charles Saatchi lo vio, se quedó con la boca abierta de asombro. Después la compró y a partir de ahí comenzó una intensa relación de amistad entre ambos, que discurrió entre el palco de los partidos de fútbol del Chelsea y fiestas interminables.

Ello transformó a Hirst, popular por su tiburón tigre sumergido en formol, en uno de los artistas vivos más ricos del Reino Unido, según el Sunday Times Rich List. En este sentido, más allá de que Hirst colocara un tiburón en formol o Cattelan enganchara un plátano a una pared, el caso es que estos artistas consiguieron exponerlos en museos y ferias de renombre. Quizá la obra de arte ya sea el haber logrado eso. O no.